Apenas recuperado del viaje del domingo, de vuelta a Bruselas, estoy a unas horas de subirme a otro avión, camino esta vez de casa. Pero, entre viaje y viaje hubo tiempo de acercarse a ver la última de Wim Wenders, y eso se merece un comentario.
En las últimas semanas, aparte de continuar con mi particular maratón de El Ala Oeste y llegar ya hasta la quinta temporada, pude ir a ver tres películas de ritmos (cuando no temáticas) bastante semejantes: Broken Flowers, de Jim Jarmusch, La Vida Secreta de las Palabras, de Isabel Coixet, y este Don't Come Knocking, de Wenders a partir de un guión escrito por él y Sam Shepard. Tres variaciones sobre un mismo modelo.
La de Jarmusch es una película tan lenta como casi todas las suyas (con la excepción de Ghost Dog: El Camino del Samurai) pero que merece la pena ver, sobre todo si se tiene paciencia. Bill Murray interpreta a un padre en busca de un hijo cuya existencia desconocía (y de la que ni siquiera está seguro) y que por el camino y mediante el contacto con antiguos amores va reencontrándose a sí mismo. Coixet da protagonismo absoluto a Tim Robbins y Sarah Polley en un experimento demasiado lento para mi gusto y que provoca respuesta en el espectador más por la crudeza de lo que cuente que por cómo lo cuenta.
Y Wenders también es lento a ratos, para qué negarlo, pero qué lentitud. Estéticamente la película es como un cuadro de Edward Hopper... o, más bien, como sería un cuadro de Hopper hoy en día. La cámara se llena de la paleta de colores del pintor norteamericano, de sus calles vacías, de sus personajes solitarios y melancólicos, de sus luces matutinas, de sus espacios abiertos y también de sus calles dormidas, y esa declaración de intenciones queda patente ya desde el póster de la película (el que está aquí arriba). Shepard es un vaquero a la vieja usanza en un mundo moderno, alguien que no recuerda quién es y que inicia un viaje al pasado que le permita encontrarse con su futuro, seguir adelante.
La película se abre con una galopada furiosa de Shepard, que interpreta a Howard Spence, un actor de éxito y venido a menos, huyendo del rodaje de su última película, en medio del desierto. Spence abandona su ropa y caballo para ponerse la vestimenta de un vagabundo y emprender una vuelta a sus orígenes, a su familia y a sus recuerdos, que le permita reencontrarse. A lo largo de la película le preguntan a Spence varias veces que donde ha estado, y su respuesta es siempre la misma: no lo sabe.
Y uno se lo cree, se cree a ese vaquero anacrónico que busca su identidad y que, al redescubrirse, nos lleva a varios personajes nuevos de cuyo pasado casi nada sabemos y que son el futuro de la historia. El viaje de Spence pone en marcha a otras personas, actúa como detonante de toda una serie de periplos de incierto final.
Wenders cuenta con Shepard de nuevo para escribir el guión, para prestarle su sensibilidad de vaquero, escritor y actor... y una visión de Estados Unidos que complete la del director alemán. Entre los dos recuperan la dimensión épica del espacio en el continente norteamericano: las llanuras, los cielos infinitos, los pueblos en medio de la nada... Spence en su viaje se encuentra con parte del pasado de sus autores, con parte del tono de Paris-Texas, la primera colaboración entre Wenders y Shepard.
En fin, no quiero enrollarme demasiado: la película no es perfecta, ni mucho menos, tiene baches, pero sí, como a mí, os gusta la pintura de Hopper y la figura mítica del vaquero solitario y sin rumbo, id a ver la película, que no os defraudará. Y si ninguno de estos motivos os convence, siempre está el aliciente de la presencia de la mujer de Shepard, Jessica Lange. Y eso, amigos míos, son palabras mayores...
27.10.05
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2 comentarios:
Shepard, Hoper y Jessica Lang...
Está bien, me apunto. Merecerá la pena.
Yo también soy Diego y mi location también es variable. Y comparto al 100% lo que dices de la peli. Sólo te cabía añadir a Eva Maire Saint...
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