18.5.06

Sí, sí, sí, me fui a París

Efectivamente, estuve allí, en el mismísmo estadio de Saint Dennis. Lamentablemente no pude ser uno de los casi 78.000 afortunados que lo vieron en vivo y en directo, pero os puedo asegurar que no fue por no intentarlo.

El día después de la eliminatoria contra el Chelsea decidí que haría todo lo posible por estar en París este año, y cuando el equipo de mis amores eliminó al Milan ya tenía una estrategia medio pensada y todo... y no me salió. Para que os hagáis una idea, he aquí una lista no exhaustiva de todo lo que hice para conseguir una entrada: ofrecer en una lista de correo de coleccionistas de originales de cómic una o dos páginas a cambio de una entrada, hacerme socio del Casal Català de Bruselas para ver si me tocaba una entrada en el sorteo que organizaron, enviar 25 sms a un sorteo de Mundo Deportivo (bonita factura de móvil me va a llegar este mes), conseguir que un compañero de trabajo y buen amigo (además de socio del Barça) me inscribiese en el sorteo de entradas que hizo el club (y, obviamente, no nos tocaron), contactar con una socia que revendía sus entradas, llegar a un acuerdo con ella... y enterarme quince minutos más tarde de que ya las había vendido, obtener el teléfono de tres reventas (y negarme a pagar los 1.600 € que me pedían, claro), llamar a Carles Santamaría, director de Ficomic, y preguntarle si podía conseguirme entradas, llamar también (siete veces) a las oficinas de la Federación Francesa de Fútbol para ver si habían devuelto alguna entrada, pujar en ebay aunque tuviese la sospecha de que las entradas eran falsas, pedirle una entrada a Àngels Barceló, agobiar a prácticamente todo el mundo que conozco preguntándoles si sabían de alguien que tuviese o pudiese tener entradas... y, como último cartucho, el que disparé ayer: irme con Pablo, un compañero de trabajo, al mísmisimo estadio a tratar de conseguir una entrada en la reventa a un precio razonable (y no, no voy a decir qué consideraba razonable ni cuánto dinero llevaba en los bolsillos).



Salimos de Bruselas en el Thalys a las 15:10 de la tarde. Íbamos realmente a la aventura, sin un plan claro, sin una idea de cómo ni dónde íbamos a pasar la noche (no habíamos reservado habitación en ningún hotel y en principio teníamos billete para volver a Bruselas esta mañana en el tren de las 6:25) pero sí un optimismo a prueba de bomba y una confianza absoluta en nuestras posibilidades de hacernos con un par de entradas. La hora y media de viaje se nos hizo eterna. En la estación de Midi, en Bruselas, me compré un reproductor de mp3 'barateiro', de éstos que se supone que llevan radio incorporada, porque había oído el día anterior que la Cadena Ser iba a emitir en París en la frecuencia de la Latina, una emisora bastante conocida de la ciudad, y ya me veía yo sentado en las gradas del Estade de France escuchando Carrussel deportivo y gritando los goles del Barça. Lamentablemente el reproductor resultó ser tan malo como barato, y eso lo descubrí una vez en el tren de alta velocidad. Bonita forma de empezar. Mal presagio.

Al llegar a la Gare du Nord nos vimos rodeados de aficionados ingleses. Muchos, muchísimos. Una verdadera marea amarilla y granate en medio de la que se nos veía, de vez en cuando, a algunos despistados de blaugrana. Y aún así no tuve en ningún momento sensación de peligro. De hecho intercambié pullas con varios aficionados (Buena suerte, me decía uno... Igualmente, le respondí, y lo siento por esta noche) y nos echamos unas risas. Parecía que las cosas mejoraban.

En fin, el caso es que nos subimos a la línea D del RER (una especie de metro/tren de cercanías) y al salir de la parada nos encontramos con que había una caminata de unos quince minutos hasta el estadio... y el paseo era en medio de la nada. Imagináos un polígono industrial gigantesco, sin un solo bar, y podréis haceros una idea. Y, por fin, el estadio.

Claro que, justo antes de llegar, tuvimos nuestros primeros contactos con los reventas. Empezamos flojitos, sólo 4.000€ por entrada. Pecata minuto, vamos. Eso sí, como ejercicio para empezar a practicar el noble arte del regateo no estuvo mal. Al final hubiésemos conseguido las dos entradas por 4.500€, y eso nos dejó con muy buen sabor de boca. Si a cuatro horas y media del principio del partido estaban a 2.000 y pocos €, seguro que media hora antes estarían a un precio asequible para nuestros bolsillos. Eso sí, como descubriríamos luego, los había dispuestos a todo por una entrada...

De todas formas, y como no era cosa de quedarse esperando hasta unos minutos antes, nos pusimos a dar vueltas en torno al estadio, que por cierto es precioso. Aquello parecía una feria. Puestos de venta bocadillos, carpas/bar de todo tipo (sin tele, eso sí), un par de tenderetes de venta de recuerdos de la final y de la UEFA y gente, mucha gente. Gente con la cara pintada de colores, con camisetas conmemorativas de todo tipo, con bocinas, con banderas, con gorras y sombreros de todo tipo, gritando, cantando... y buscando entradas. Miles de personas buscando entrada. Ay.



Empezamos a caminar sin rumbo, atentos a todos aquellos que tuviesen pinta de reventas profesionales o que, sencillamente, quisiesen sacarse unos euros revendiendo la entrada. Pero no éramos los únicos, ni mucho menos. Conocimos a un socio del Barça que, nerviosísimo y sudoroso, pedía 3.000€ por una entrada que tenía de sobra. Charlamos con la peña barcelonista de Tegueste (Tenerife). Llamé por teléfono a los reventas (no me respondió ni uno) y a un amigo de mi hermano que sí tenía entrada. Vimos a Arturo Valls, el de CQC, montándola con unos cuantos aficionados del Arsenal... y le pedí, sin éxito, una entrada.



Seguimos caminando, abriéndonos camino a duras penas entre la marea humana que rodeaba la elipse que es el estadio. Oías cánticos, veías a gente con el cartel de 'Necesito una entrada/I need a ticket/Je cherche un billet/Vull una entrada' y caminabas, y caminabas.

De repente alguien nos cuenta que junto a la puerta A de acceso al estadio hay entradas a 1.500€ negociables. Nos acercamos, ilusionados de nuevo, y nos encontramos de repente rodeados de una panda de Boixos Nois. Eran ellos los que vendían la entrada. Joder. Veintipico cabezas rapadas rodeándonos, nosotros con un pastón encima y, para acabar de rematarla, la entrada resulta que era una fotocopia de una de verdad. Tragamos saliva, les dijimos que se nos escapaba del presupuesto, y salimos por patas.

Tocaba la primera pausa. Nos acercamos a un balcón de los que bordeaban la explanada, uno desde el que se ven desde arriba las múltiples cintas de asfalto que rodean el estadio, con la buena suerte de que en ese momento (unas dos horas antes de que empezase el partido) llegaba el autobús del Barça. Pasó como una exhalación y sólo pudimos ver la cara de dos jugadores sentados en la parte derecha del vehículo: Belletti y, justo detrás de él, Messi. Aún no lo sabíamos, claro está, pero aquello acabaría por tener un carácter casi profético.

Volvimos sobre nuestros pasos después hasta llegar a una de las partes del estadio que todavía no habíamos recorrido. Por el camino vimos pasar al equipo de Canal +, entre ellos a Àngels Barceló y, ni corto ni perezoso me dirigí a ella.

- Àngels, no creo que te acuerdes de mí, pero soy uno de los intérpretes de la ceremonia de los Óscar.

-Ah, sí, hola ¿qué tal?

-Desesperado, estoy sin entrada. Tú no podrás echarme un capote...

-Uy no, lo siento, está fatal la cosa. Bueno, me tengo que ir, que haya suerte.

-Gracias

Y a seguir dando vueltas con la cara de bobo. Vimos después a un equipo de TV3 entrevistando a un chaval con un sombrero enorme en el que se leía el cartelito de rigor. Y justo después nos encontramos con un italiano que, a cambio de una comisión, hacía de intermediario con varios reventas. No entendía yo muy bien el papel de este hombre hasta que vi a la policía empezar a detener a algunos de estos 'profesionales' de la venta ilícita de entradas, a los que les confiscaban indefectiblemente un pastón de escándalo.

Quedaba hora y media para que empezase el partido, llevábamos casi tres horas dando vueltas por allí sin mucho éxito, así que decidimos cambiar de estrategia y, por si acaso, tratar de localizar algún local donde ver el partido por si no había suerte al final. Y así llegamos a un McDonald's perdido en medio de la nada y que, por supuesto, tampoco tenía televisión. Eso sí, aquello era el centro universal del trapicheo. Varios reventas se congregaban allí y estaban haciendo su agosto. Empezamos a hablar con varios de ellos (el precio de partida seguían siendo 2.000€) y esperábamos encontrar margen para la negociación. Y lo había, claro, hasta que aparecían los ciudadanos de la pérfida Albión. Jamás había visto nada igual. Estábamos hablando con los reventas y de repente aparecía un inglés cualquiera y preguntaba si había entradas. El reventa le respondía que sí, que el precio eran 3.000€ por entrada. Y, sin mediar palabra, salían de carteras y riñoneras seis billetes morados que nos dejaban con un palmo de narices. Ni negociación ni hostias. Tres mil euracos, entrada en mano y a seguir mamándose dentro del estadio. El momento culmen fue cuando vimos a un chaval pagar (en nombre de todo un grupo) la friolera de ¡¡¡27.500€!!! por ocho entradas.

Vale, allí tampoco había nada que hacer pero, una vez en París ya, decidimos que tampoco teníamos nada que perder y que lo seguiríamos intentando hasta el final. Y así fue, hasta las nueve de la noche, hasta un cuarto de hora después de empezar el partido, seguimos intentándolo. ¿El precio de partida de las entradas que había a la venta un cuarto de hora después de empezar la final? La minucia de 1.500€. ¿Los compradores? Pues eso, ingleses medio borrachos.

Y así, tras ver entrar a Chapi Ferrer (más bajito de lo que yo pensaba) en el Estade de France, nos quedamos prácticamente solos. Se había acabado la feria.



Al final no nos quedó más remedio que aceptar nuestra derrota -digna, pero derrota a fin de cuentas- y plantearnos qué hacer de nuestra vida. Teníamos dos opciones, o bien nos quedábamos sin ver la final (encontrar un bar sí que era Misión Imposible y no lo de J.J. Abrams) y esperábamos hasta las 6:25 de la madrugada para volver a Bruselas, o nos poníamos a correr para llegar a la Gare du Nord a tiempo de coger el último tren a la capital belga, donde iríamos a casa de Pablo a ver el partido en diferido (menos mal que se le había ocurrido grabarlo). La segunda opción tenía dos graves peligros: primero, que íbamos justos de tiempo, y segundo, que no podíamos atender a ninguna llamada de teléfono, a ningún mensaje, a ningún grito si no queríamos que nos reventasen la emoción del resultado.

Acabamos por decantarnos por la segunda opción, y, gracias a un poli francés inepto que nos envió en la dirección equivocada, casi no llegamos a tiempo. Hacía años que no corría tanto, la verdad. Eran las nueve y veinte de la noche y estábamos en el extremo opuesto del estadio de aquel por el que habíamos llegado. Aún teníamos que llegar a la estación del RER, allí coger el transporte público y rogar porque nos diese tiempo pillar el último Thalys a Bruselas, que salía a las 21:55. Y corrimos. Vaya si corrimos. Y sudamos, vaya si sudamos. Pero lo conseguimos. Eran las 21:45 cuando llegábamos corriendo al andén, con tiempo suficiente para cambiar el billete y después de haber pillado por los pelos el RER.



Ya sólo quedaba lo más difícil. Lo primero, recuperar el aliento. Lo siguiente, evitar todo tipo de llamadas, mensajes y noticias que nos pudieran desvelar el resultado. Una vez más, los elementos se aliaban en nuestra contra. Tres asientos detrás de nosotros estaba un tipo al que le enviaban mensajes con el resultado cada vez que había un gol... afortunadamente lo oímos a tiempo y pudimos taparnos los oídos. Igual que lo hicimos cuando, por la megafonía del tren, anunciaron en varios idiomas el resultado. Parecíamos dos niños pequeños, con las manos en las orejas y canturreando para no oír nada ante la sorpresa de nuestros compañeros de vagón.

Al llegar a Bruselas, más de lo mismo. Decidimos ir en taxi para evitar encontrarnos con ningún aficionado en el metro, para que nadie nos reventase la emoción del resultado. Al llegar a casa de Pablo conocí a su mujer, una santa que tuvo a bien no desvelarnos el resultado, y nos preparamos para disfrutar del espectáculo. El resto seguro que, tanto si habéis leído este post entero como si no, ya lo sabéis. Igual a mucha gente le parece una locura este viaje... yo sólo les puedo responder diciendo lo que ya cantaba Sheryl Crow: if it makes you happy, it can't be that bad... y podéis creerme, yo hoy soy feliz, muy, muy feliz...

14 comentarios:

Javi dijo...

Joer macho, menuda odisea. Yo ni loco me habría gastado ese pastón que pedían por las entradas. Y tampoco habría sido capaz de aguantarme para ver el partido en diferido. De lo nervioso que me poco, me habría dado algo.

Jorge Iván Argiz dijo...

Ya lo hablamos en directo, camarada, pero me alegro un montón de la victoria del Barcelona. Pocas veces fue más merecido.

Eso sí, no entraste porque no quisistéis. En esas 4 horas (y mucho menos) os daba tiempo a hacer 10 mamadas a cada uno y, si la Ángels barceló fuese maja, os las hubiese conseguido así ¿no crees?

Josep Busquet dijo...

Que aventura para ver la final, con algun momento de terror como el verse rodeado de skin heads que querían venderte una entrada fotocopiada....

Saludos

zeke dijo...

Soy del Barça,mas de baloncesto que de futbol.
Futbol solo veo al Barça.
El partido fue genial.
YUJUUUUUUUUUUUU!!!!!!!!!!
Aqui te pongo una direccion,mira el video.
El Barça estaba predistinado a ganar.
http://www.youtube.com/watch?v=JdOcJsFD5VQ&eurl=

zeke dijo...

"predistinado",esto debe ser predestinado pero en Klingon o algo.

chuslebra dijo...

Yo tambien soy del Barca y disfruté del partido (que por cierto vi por la tele, sin tener que irme a Paris).
Pero lo que no soy capaz es de leerme los tostones que es capaz de escribir Diego cuando está inspirado.
Te recomiendo este libro:
"Cómo resumir un texto" (1999)
Álvarez Angulo, Teodoro
Editor: Ediciones Octaedro, S.L.

Diego dijo...

Javi

Pues no creas que fue fácil controlar los nervios, no. Ni tampoco fue fácil lo de no mirar los mensajes en el teléfono, ni... pero, qué carajo, mereció la pena

Diego dijo...

Jorge

Cuando tienes razón, tienes razón. Si no entramos fue porque no quisimos :)

Y sí, Àngels Barceló podía haberse enrrollado mejor, la verdad

Diego dijo...

CP

Hombre, el fútbol me gustó siempre, pero es cierto que desde hace un par de años estoy más futbolero... y tengo una teoría al respecto. Creo que es la sublimación del frikismo, pasar de un extremo -viñetas, ciencia-ficción, rol, figuritas, originales, series...- al otro, er furgol sin renunciar a ninguno de ellos

Diego dijo...

Josep

No te quepa duda... tuve miedo, tuve mucho miedo...

Diego dijo...

Zeke

Es que sólo el Barça juega al Fútbol hoy en día. El resto hacen un simulacro muy digno en ocasiones, pero Fútbol del de verdad, del de F mayúscula, sólo el Barça. Y gracias por el enlace...

Diego dijo...

Chuslebra

Gracias por la recomendación, la tendré en cuenta. Y, dentro del mismo espíritu, permíteme que te recomiende la siguiente obra

APRENDE A DIBUJAR COMICS #2
Autor: Varios.
Formato: Libro. 126 páginas (color y b/n)
Precio: 13,95 euros.

Con una excelente introducción de Carlos Pacheco y la primera edición del primer número agotada se presenta este segundo volumen que sigue las bases del anterior: lecciones magistrales sobre cómo dibujar cómics impartidas por los mejores autores y profesionales del medio

Dolmen publica ambas obras (este número dos y también el primer volumen) y a lo mejor te resulta útil ;)

Anónimo dijo...

Jo... lines!! (non sei se hai censura)Cuando dixeches que nonche falara do día da final non me imaginaba semejante aventura. Eu de maior quero ser así (bueno, tampouco eres tan maior!!!). Foi un pracer ter a oportunidade de aprender dun gran cidadán do mundo...

Diego dijo...

Jose

Alégrome de que che gustara o relato das aventuras en París. E o pracer foi meu, de verdade. Espero vervos de aquí a pouco, unha aperta e xa sabes onde atoparme. Ah, e noraboa, padriño