Claro que en estos días los turistas no acuden (acudimos) únicamente atraídos por su catedral, Patrimonio de la Humanidad (a fin de cuentas en mi querido Santiago también tenemos una de esas), sino también por su mercadillo navideño, uno de los más famosos de esta zona y que reúne cada año a más de un millón y medio de visitantes. Parece que el mercadillo surgió en los años setenta y que pronto empezó a hacerse cada vez más popular. Eso sí, si esperáis algo como lo de la Plaza Mayor de Madrid me temo que os llevaréis un chasco. Aquí no hay figuritas de belenes (tradición nacida, por otra parte, en el Napolés dominado por la Corona de Aragón, pero de eso hablaremos otro día), sino puestos como el que podéis ver aquí abajo, con libros, productos típicos de estas fechas, bolas para el árbol y bastantes cosas más, desde zapatillas hasta artesanía de lo más variopinta
Además de esos puestos, también nos encontramos con casetas en las que se venden salchichas de todos los tamaños y colores, y bares callejeros en los que beber un poco de GluhWein (mañana os explico que es eso). Y todo en un entorno que parece sacado de un cuento de los hermanos Grimm (fijaos si no en el hombrecillo gigante de gengibre que decora las paredes del ayuntamiento... parece el primo del que salía en Shrek 2)
Sé que hay gente a la que no le gustan estas fechas, pero yo qué queréis que os diga, viendo plazas como la que alberga este mercadillo no puedo evitar que me suba una sonrisa a los labios. Claro que a lo mejor el vino caliente también tuvo algo que ver...
1 comentario:
Hombre, pues si tienes la oportunidad es una visita interesante, desde luego. Saludos y de rien
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