22.5.07

Croacia 3

Vale, lo del día a día no salió bien. Qué le vamos a hacer. Así que estoy ya de vuelta en Bruselas, dispuesto a rememorar con una entrada cada uno de los días pasados en Croacia. El jueves empezó con mucha calma. Relajado, la verdad (sobre todo considerando las horas a las que nos acostamos el miércoles, pero bueno) charlando con Matt y Nara, viendo cómo trabajaba Hollingsworth (merece la pena... nunca me había dado cuenta del curro que supone colorear una página, ni era consciente de que en realidad son los coloristas los que tienen que jugar con los efectos de sonido, onomatopeyas y demás), escuchando música de gitanos de los balcanes... que curiosamente nos interesaba sobre todo al norteamericano y al gallego, pero dejaba fría a la croata. Una mañana sin prisas, vamos.

Así que no volví al centro de Zagreb hasta poco después del mediodía. Me había recorrido ya buena parte del centro durante la jornada anterior, pero me apetecía volver y acabar de ver la zona del casco antiguo y sacar fotos de algunos de los sitios que más me habían llamado la atención (breve inciso, tras lo que algunos conocen como el incidente de Spa, mi pobre cámara ha decidido fenecer tras más de tres años de fieles servicios. Descanse en paz).

Decidí acercarme al centro en tren y no en tranvía y autobús, y me sorprendió el aspecto de la estación central de Zagreb. No por nada sino porque, de nuevo, no me imaginaba así la principal estación de ferrocarril de una capital europea.



Nada más salir y recorrer un par de cientos de metros me di cuenta de que, a diferencia del día anterior, ya tenía puntos de referencia. Que no digo que conociese ya el centro a la perfección, ni mucho menos, pero sí que, por lo menos en aquella zona, sabía ya orientarme y hacia dónde ir. Y eso nunca está de más.

Así que me dirigí de nuevo hacia la calle de Nikola Tesla (el tipo que descubrió la corriente alterna y el motor de inducción, allá por finales del siglo XIX) y de allí a la plaza de las flores. Luego giro a la derecha y de nuevo a la plaza central, la del centro de información turística. Callejeo un rato hasta llegar al mercado y me paso allí un buen rato. Es un mercado de los de verdad, de los de toda la vida, con sus puestos de alimentos varios, de ropa... y se celebra cada día hasta eso de las dos de la tarde. Me senté un rato en una terraza desde la que se dominaba toda el mercadillo y me entretuve viendo a croatas varios realizar sus compras.



Por cierto, que las terrazas en Zagreb molan. Nada de sillas chungas de metal, de las que te encuentras por toda Europa. No. Se gastan unos pedazo sillones y butacas de lo más cómodo. Como si el objetivo no fuese que el cliente se largue lo antes posible, sino que se quede y consuma mucho.



Había quedado para comer (tarde) con Esad, así que iba siendo hora de ponerme las pilas si quería ver algo más de la ciudad. Volví a recorrer algunas de las callejuelas que ya conocía, paseé junto a la catedral y me decidí a subir, por fin, a lo alto de la colina de Gradec, la que acogía al poder civil... y aún lo acoge, porque alberga buena parte de las instituciones del gobierno croata. Para llegar a esa colina hay que pasar por la puerta medieval de la ciudad, al lado de la que está la otra estatua de San Jorge. (Por cierto, que ahí las tenéis las dos... la de primera es la de la Plaza del Mariscal Tito y la segunda, con las flores rojas como si fueran la sangre del dragón, es la de la puerta medieval).





Me llevé una sorpresa al pasar la puerta (es más bien un arco medieval, un espacio bastante más amplio de lo que parece a primera vista... como la entrada a un castillo, que es, poco más o menos, lo que era) porque hay una hornacina y varios bancos... y un montón de gente rezando en ellos. Al parecer hubo un incendio en esa zona hace varios siglos y sólo sobrevivió un cuadro de la virgen con el niño en brazos. Y allí sigue expuesto para que recen sus fieles.

En lo alto de la puerta hay una especie de pararrayos para atrapar a las brujas que quisieran volar por encima y entrar así en la ciudad para sembrar el mal. Me encantan este tipo de tradiciones.

El caso es que subí a lo alto de la colina, visité la iglesia de San Marcos, un par de edificios... bla, bla, bla. Lo que puedes ver en cualquier guía. Y, eso sí, me encontré con una torre desde la que se dominaba prácticamente toda la ciudad. Así que arriba me fui, a sacar esta serie de fotos...







Entre una cosa y otra me habían dado algo más de las tres y media de la tarde (hora a la que había quedado en hablar con Esad, que estaba en su estudio trabajando en las últimas páginas del proyecto de Estela Plateada -con guiones de Straczynski- en el que está trabajando) así que le pegué un toque a Ribic y fui hasta su estudio, a unos cuarenta minutos del centro de Zagreb y en una zona de reciente construcción.

Total, que llegué como a las cuatro, estuve visitando el estudio (donde estaba trabajando también Giulia Brusco), me hice por fin con el original que le había comprado a Ribic (y que ya colgaré aquí otro día) y saqué unas cuantas fotos para poder presentaros el lugar de trabajo del bueno de Esad... en una futura entrada. Y luego, cuando por fin Ribic decidió colgar los pinceles durante un rato, nos fuimos a comer.

Me llevó a un club hípico en medio de un bosque a unos diez minutos de su casa. Rodeado de árboles, metido en mitad de la colinas, en una terraza sobre un circuito en el que varias amazonas cabalgaban a lomos de briosos corceles, lo cierto es que me sentía el rey del mundo. Aunque igual tenía algo que ver en esa sensación el Medovaca (una especie de licor de miel nada empalagoso pero sí muy... divertido) que estábamos bebiendo. La comida, tardía, fue pantagruélica, y no nos levantamos de la mesa hasta las siete y media de la tarde. Aaahhh. Reconforta sólo acordarse.



Volvimos al estudio, recogimos a Giulia y salimos de vuelta hacia casa de Matt. El plan original era tomar algo en el Raffaello otra vez y retirarnos relativamente temprano, que al día siguiente nos esperaban 600 km en coche hasta Makarska y no queríamos que se nos echara el tiempo encima. Pretendíamos parar en un parque natural a comer, tomárnoslo con calma y llegar a nuestro destino sin prisas pero sin pausas.

Y ahora es cuando llega lo de 'El hombre propone y Dios dispone'. Resulta que Esad y yo nos habíamos entonado en la comida, y Matt decidió unírsenos. Y entre cerveza y cerveza y rakia y rakia empezaron a llegar varios amigos, conocidos y demás de ambos. Y también se nos unían. Y cuanta más gente se nos unía, más nos animábamos. Y cuanto más nos animábamos, más gente se nos unía...

Total, que cuando cerraron el bar ya nadie se acordaba de nuestros buenos propósitos y sí de que había una tienda abierta donde podíamos comprar un par de botellas. Y Matt dijo que no había problema por ir a beberlas a su casa y...

3 comentarios:

Juan Rojas dijo...

jojo muy bueno el final de día ni que estuvieras en Aviles en la carpa ,espero deseoso que pongas el original nos vemos.

Anónimo dijo...

Aiss, me encantaría verte en San Xoán pero (ademas de que ni idea de cual será mi residencia de aquí a allá), ese día concreto estaré en San Sebastián "tocándole el culo a Mick Jagger" (cito literalmente a mi padre...):p

Diego dijo...

Juan

Tranqui, que colgaré una foto del original. Palabra. Y lo de la carpa de Avilés fue más bien el sábado, pero eso lo dejo para mañana...

Vingadora

Bueno, siempre nos quedará Viñetas. O no. Eso sí, no le toquees el culo a Jagger, que debe de tenerlo bastante gastado ya...