21.5.07

Croacia 2

Bueno, bueno, bueno, pues ya estamos en Zagreb. Y ayer volvió a quedar claro que es mejor no escribir las entradas en la bitácora justo al llegar de tomar un par de birras... o tres. El caso es que después de un viaje accidentadillo, fue todo un alivio aterrizar en suelo croata. Y llevarme la sorpresa del control de pasaportes. En esta Europa de libre circulación, tratado de Schengen y demás, no me esperaba un control de pasaportes, la verdad. El aeropuerto en sí mismo está relativamente lejos de la ciudad y es muy, muy pequeño. A ver qué me encuentro en Split, que es desde donde volaré de vuelta el domingo...

Estos días los pasaré sobre todo con Esad Ribic (dibujante croata y buen amigo, que es quien me invito a venir a Croacia), Matt Hollingsworth (colorista de casi todo lo que se os pueda ocurrir a lo largo de los últimos quince años y catador profesional de cerveza... y no va de coña) Nara (ilustradora croata y novia de Hollingsworth) y Giulia Brusco (colorista ella también). Ribic y Hollingsworth viven relativamente cerca el uno del otro, en dos barrios obreros de las afueras de Zagreb que no hubiese conocido en la vida de no ser por ellos (Gajnice y Zapresic, por si a alguien le interesa). Nada de circuito turístico esta vez. Lo primero que hicimos al llegar fue ir al Raffaello (sí, el nombre no suena demasiado croata), su bar habitual, a encontrarnos con algunos de sus amigos. Hollingsworth y yo éramos los únicos extranjeros en el local, un bar de barrio en el que la gente entra como si estuviera en el salón de su casa. De hecho Ribic acabó pidiendo un par de pizzas por teléfono, nos las trajeron al bar y allí nos las comimos todos tan contentos. Como en el salón de casa, ya os digo.



La mayoría de los edificios son de unos ocho o diez pisos de altura en esta zona, pero no están apelotonados. En absoluto. Hay bloques de dos o tres edificios juntos y luego grandes extensiones de césped, parques, prados... llamadlo como queráis, pero supongo que os hacéis una idea. Vida de barrio pero con espacio suficiente como para moverse sin problemas, como para sentarte en la terraza de un bar y ver pasar a la gente, a los conocidos de siempre. Arquitectura social que la llamaban en tiempos de Tito & cía.

Pero lo cierto es que dio lugar a barrios en los que realmente se puede vivir, con locales concebidos para bares y restaurantes, para supermercados, para centros culturales, para clínicas... en los bajos de los edificios. Y con muchísimo verde, con espacios amplios pero sin demasiado trafico. Vale que los edificios son feos en muchas ocasiones pero, a diferencia de lo que pasa hoy en día buena parte de Europa, por lo menos había un principio que impulsaba el desarrollo de la ciudad.



Nara, la novia de Matt, tiene que ir al centro al dia siguiente (estoy escribiendo esto a ratos sueltos y la continuidad temporal puede resentirse un poco... me refiero al 16 de mayo por la mañana) y se ofrece a acompañarme un rato de paseo por la ciudad. Genial. Salimos tarde de su casa (cerca de mediodía después de una mañana tranquila y de charla). Cogemos el bus hasta un mercadillo bastante amplio al lado de una fabrica abandonada que daría para unos cuantos lofts y que, como no, esta rodeada de muchísimos arboles. Voy empezando a hacerme una primera idea de los alrededores de la ciudad. Zagreb está rodeada por una pequeña cadena de colinas altas o montañas bajas (vosotros escogéis) que la rodean y medio encajonan, pero sin llegar a estrangularla.

Al lado del mercadillo está la parada del tranvía, uno de los muchos que recorren la avenida Illica, una de las principales arterias que llevan al centro de la ciudad. La calle me parece preciosa. Es amplia, aireada, y de finales del siglo XIX. Toda entera. Los edificios son bastante bonitos y están un tanto decrépitos. Y eso los hace aun mas atractivos. Son como esos zapatos buenos y viejos, que están un poco hechos polvo pero que te sigues poniendo casi sin pensar. Esta claro que me gusta la ciudad y eso casi no he visto nada. Soy publico fácil.



Hace buen día y nos bajamos varias paradas antes de lo que nos corresponde. Ambos tenemos ganas de pasear, y a eso nos dedicamos hasta llegar a un restaurante que se llama Gostionica Tip-Top... luego me entero de que Gostionica quiere decir algo así como taberna, pero bueno. Es un local con especialidades de Dalmacia que, al parecer, era muy popular entre los poetas y bohemios de hace treinta y cuarenta anos. Y, según me cuenta Nara, con muy buena cocina. Bien. Tengo ganas de empezar a probar las especialidades de la zona.

Empezamos con unas anchoas que están de vicio, unas aceitunas con queso (saben muy distintas, por cierto, de cualquier otra aceituna que haya podido probar) y luego me decanto por una Pasticada, que es un guiso de ternera en vino de Dalmacia acompañado de una especie de gnocchis que están de vicio y que se empapan de la salsa. Ñam.

Al acabar de comer acompaño a Nara a hacer un recado en la editorial para la que trabaja como ilustradora y nos vamos acercando más y más al centro histórico. No se ven turistas apenas. No se oye casi mas que croata. No hay gente paseando por ahí con un mapa en la mano, ni con camaras colgando del cuello, ni con gorras horteras, ni gritándole a la parienta... pocas veces me había pasado algo así. Además, no me entero de nada de lo que me dicen. Es una gozada. Acostumbrado a hablar con extranjeros en sus idiomas, a viajar a países cuya lengua conozco (por lo menos a lo largo de los dos últimos años) es una sensación distinta y muy, muy agradable la de estar medio perdido. La de no tener que estar prestando atención (aunque sea inconscientemente) a lo que me rodea... al menos no si no quiero. Tengo ganas de pasear, de perderme.

Nos acercamos a la plaza de Jelacic, el centro del casco histórico de la ciudad y donde se encuentra el Centro de Información Turistica. Me dan un plano y una pequeña guía en castellano. Nara (que ha venido guiándome hasta ahora por la Plaza de las Flores, la calle de Nikola Tesla y un par de sitios más) me propone tomar un café antes de que se vuelva a casa y nos sentamos en una terraza de lo mas agradable. En la mesa de al lado esta sentada la pareja a la que los de Croatian Airlines enviaron vía Munich. Sí que es pequeño el mundo, si. Nos saludamos y les explico el resto de mi viaje. Ellos me dicen que no llegaron hasta las once y media de la noche. Va a ser que hasta tuve suerte al final...

Nara se va y yo me pongo a pasear tras haberle echado una ojeada superficial al mapa y a la guía. No tengo ganas de seguir un recorrido preestablecido. Ni de ponerme a sacar fotos como un loco. Estoy disfrutando mucho del viaje, de la sensación de descubrir algo nuevo, y no quiero empezar a mirar a un folleto y perderme lo que ocurre alrededor.

Me encuentro en mis vagabundeos con dos estatuas de San Jorge matando al dragón... aunque no es santo patrón de Croacia ni nada. Curioso. Y más curioso aún ver que una de ellas esta en la Plaza del Mariscal Tito. No sé por qué, pero no me esperaba que le hubiesen dedicado una plaza, la verdad. Prejuicios míos, supongo, pero pensaba que lo tendrían en bastante más baja estima.



Llego también a la calle del Puente Sangriento. Zagreb nació como dos ciudades distintas, una en cada una de las dos colinas enfrentadas en las que se asentaron la Iglesia y el Poder Civil. Dos ciudades separadas por unos pocos metros y por concepciones totalmente opuestas del mundo y de la organización social. Y que resolvían sus diferencias a golpes sobre el puente que cruzaba el arroyo (ya seco) que las separaba. De casta le viene al galgo...

Hay un montón de terrazas en esta zona. Todas bastante llenas, pero no se ve a nadie con guías, ni farfullando el idioma ni criticando, en una lengua extranjera, a los autóctonos. Luego me entero de que es bastante habitual que la gente se tome una larga pausa para el café mas o menos cuando les viene en gana. Avisan a los compañeros y se bajan a la calle. Me gusta esa filosofía.

Un poco más arriba está la puerta de entrada a la zona más antigua de la ciudad, pero no estoy de humor para subir hacia allí ahora. Así que me doy la vuelta y voy tirando hacia la zona nueva otra vez. Y ahí ya si que ni mirar mapas ni preguntar ni nada. A perderse de verdad. Pasé por el edificio de la Bolsa, por el Banco Nacional, por la Plaza de los Héroes contra el Fascismo, por delante de la delegación de la Comisión Europea en Zagreb (y me di la vuelta según la vi... que son mis vacaciones, coño, nada de trabajo). Claro que lo de tanto vagabundeo también tiene sus riesgos. En mi caso aparecer de repente ante la sede de los BBB (los Bad Blue Boys... los UltraSur del Dinamo de Zagreb) y ver cómo se acercan de frente cinco o seis rapados. Glubs. Afortunadamente al final no pasó nada.

Y así me dieron las nueve. La hora a la que había quedado con Esad, Matt, Nara, Giulia, Darko Macan (guionista croata y amiguete también) y alguna gente más para cenar. ¿El restaurante? Uno de los favoritos de Matt y Esad, el Vinodol. Que resultó ser también uno de los favoritos del Mariscal Tito (está claro que hoy era su día... al menos durante este viaje). Y mi cena una de esas ligeritas. Primero una sopa de setas varias... pero no una sopa servida en plato, sino dentro de una hogaza de pan. Deliciosa. De segundo Peka, un guiso local en el que la carne y las patatas se cuecen juntas durante horas y al final casi ni sabes cuál es cuál... Y de tercero Esad pidió una copita de rakia. Rakia es el equivalente croata al aguardiente, para entendernos, pero con variantes distintas y diferentes sabores.

En el Vinodol empezamos con rakia casera de pera. Básicamente lo que hacen es destilar el aguardiente y luego, cuando el peral empieza a estar en flor, meten la rama en la botella de licor (que reposa, obviamente, sobre un soporte) para que la fruta crezca dentro y se vaya impregnando del alcohol. El resultado es un aguardiente de frutas que está de vicio y que baja (o por lo menos bajó aquella noche) que da gusto. Pero ya habrá más comentarios sobre la rakia en futuras entradas...

La rakia desató las lenguas y las risas, y me entero así de que los BBB son grandes admiradores de Jana Kostelic, la esquiadora croata. Bueno, no exactamente. Resulta que hace un par de años más o menos el Dinamo de Zagreb perdió todo lo que podía perder y encima jugó fatal. Sus seguidores, mosqueados y acostumbrados a ganar títulos, decidieron que aquello no podía seguir así. Y empezaron a acudir a las pruebas de esquí a animar a Kostelic. Pero nada de animarla con pancartas ni nada, no. Iban con sus camisetas del Dinamo, sus cánticos y demás. Que aquello fuera una pista de esquí y no un estadio les daba igual. Se comportaron de igual manera en ambos recintos... tanto es así que, por primera vez en la historia, hubo violentas peleas en una pista de esquí. Veían a los seguidores de las demás esquiadoras como aficiones rivales, y las trataban como a las del resto de equipos. A palos. Llego incluso a haber una batalla campal en Eslovaquia, y desde entonces los BBB (repito, seguidores de un club de fútbol) tienen prohibido el acceso a todo tipo de pruebas de esquí. Genial.

Del Vinodol nos fuimos a un garito a los pies de la catedral en el que había conciertos y demás, y seguimos rakia va, rakia viene. Pero para qué aburriros con los detalles (que menuda entradita me está quedando ya...) Mañana trataré de seguir con el resto del viaje, que aún dio bastante más de sí.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé que tal Markanska (Split preciosisssssmo!!) pero Zagreb es fea con ganas!!! Nosotros estuvimos en un albergue con unos japos tan encantadores y limpios (en aquellas alturas del viaje eso se empezaba a apreciar...)que nos quedamos un día más pero no gracias al encanto natural de la ciudad. Yo también quisiera escribir sobre aquellas aventurillas por esos mundos pero nadie me pasa ni una mala foto :( Un bico!
P.D. Volve!!!

Anónimo dijo...

Si, vale, debería leer los posts antes de comentar... Saliendome la pequeña friki que llevo dentro, que sepas que sólo leyendo una vez el nombre de Ribic ya me di cuenta de quien era. Ja!

Jorge Iván Argiz dijo...

Te diré que seguro que llevas más de 3 cervezas cuando escribes, no me engañas.

Y que no pongas la foto de la estatua de San Jorge matando el dragón no te lo perdono, jeje

Ciao

zeke dijo...

Bueno esta claro que yo tambien soy un friki (por si alguien lo dudaba que no creo) porque con todo lo que has comentado lo que mas me ha sorprendido es lo de ir a cenar con Darko Macan.
Solo por Guerra de clanes a este tio habria que ponerle un monumento.
Y sobre lo de Ribic ya sabes que al unico que hay que convencer es al otro.
Pero es que siempre esta en "su mundo".:-)

Abraham dijo...

jejeje. Veo un DESAFIO en toda regla.

Diego dijo...

Vingadora Social

Ehh, vale, vale. Volveré. Algún día :) Seguramente hacia San Xoan, a saltar cacharelas.

Y me enorgullece ver que sigues alimentando la pequeña friki que llevas dentro...

Jorge

Hombre de poca fe ¿Cómo no iba a colgar yo las dos fotos de las estatuas? Ahí las tienes. Ahora a ver si recibo yo cierto dibujo...

Zeke

Totalmente de acuerdo. Macan hizo una obra redonda con Guerra de Clanes. Lástima que no se prodigue más...

Sportinguista

Ese uso de las mayúsculas te delata bastante ;)